vida entre otros cuerpos. Los ojos abiertos, profundos como la noche, se clavaron en él como cuchillos. Se sintió fundirse en esas cuencas. Se sintió morir en un instante. La consciencia se presentó sin anunciarse. Entendió de golpe. La hoja fría de una daga rasgó su piel inconsistente.
miércoles, 15 de enero de 2014
Atrapado
Abrió los ojos. Todo estaba en
clama. Una densa quietud hacía latir sus tímpanos. Una penumbra insistente lo cubría todo. El agua lo
rodeaba con vehemencia… Hizo el esfuerzo por recordar… trató de ordenar sus
ideas. Sus pensamientos se agolpaban atropellándose entre ellos. Un agudo
zumbido atravesó sus oídos…
A su mente acudían los
recuerdos que trataban de ajustarse como piezas de un mosaico.
Sí…el rugido atronador del mar
furioso golpeando la embarcación…el frío atenazando sus debilitados músculos…el
demente vaivén de las olas zarandeando aquella barca…la violenta sacudida
contra aquel frente rocoso…
Sí…ahora comenzaba a cobrar
memoria.
Atisbó un grupo de pescadores
en la distancia. Pesaroso y pesado como el plomo se aproximó a ellos. Con mucha
dificultad trató de articular palabra. La voz no conseguía arrancar de su
garganta. Estaba confuso, muy confuso. No sentía la vida…tampoco la muerte.
Una ráfaga de rabia brotó de su
corazón. Creía estar enloqueciendo.
Ellos le dijeron que no había
salida…
El mar atrapa, engulle, inunda
voluntades de hierro entre burbujas eternas.
Su natural rebeldía le hizo no
considerar esa posibilidad…
Avanzó pesadamente entre las
algas, arrecifes de corales le miraron desafiantes. Incontables peces nadaron
junto a él con indiferencia…
Bien mirado, ese paisaje
surrealista encerraba una belleza insondable, incomprensible,…
A lo lejos divisó una pequeña
barquilla cubierta de lodo y olvido. Con un esfuerzo sobrehumano consiguió
reflotarla. Remó con la desesperación de un náufrago a la deriva y arribó a la
costa…
La costa. Ése fue su último
objetivo. Sí… todo cobraba forma de nuevo.
El llanto ahogado de su madre.
El abrazo desgarrado de su padre. Las miradas interrogantes de sus hermanos. El
hambre. La miseria. La injusticia inhumana de un continente olvidado,
castigado, expoliado…
Llegó hasta la playa. La noche
seguía cubriéndolo con insistencia febril. Luces parpadeantes en la distancia.
Cuando alcanzó a llegar a aquel
tumulto de gente, se abría paso el amanecer rasgando el cielo. El tiempo jugaba
un diabólico juego de sombra y muerte.
Allí los vio.
Tumbados sobre la fría arena de
la playa. Aquellos cuerpos cubiertos le gritaban, le llamaban a unirse con
ellos en la nada.
Unos hombres de uniforme los
tomaban, uno a uno, para depositarlos sobre la parte trasera de un vehículo.
De repente, sintió un tirón
atroz que punzó su espíritu. La manta resbaló dejando al descubierto un rostro
inerte. Sintió el pavor helarse en su mirada. Un hombre joven, fuerte,
vigoroso, yacía sin...
vida entre otros cuerpos. Los ojos abiertos, profundos como la noche, se clavaron en él como cuchillos. Se sintió fundirse en esas cuencas. Se sintió morir en un instante. La consciencia se presentó sin anunciarse. Entendió de golpe. La hoja fría de una daga rasgó su piel inconsistente.
vida entre otros cuerpos. Los ojos abiertos, profundos como la noche, se clavaron en él como cuchillos. Se sintió fundirse en esas cuencas. Se sintió morir en un instante. La consciencia se presentó sin anunciarse. Entendió de golpe. La hoja fría de una daga rasgó su piel inconsistente.
De nuevo la oscuridad total.
Silencio. Quietud. La noche volvió a caer sobre su ánimo y la rabia le devolvió
al fondo del océano.
Ellos dijeron que no había
salida…
Su natural rebeldía le hizo no
considerar esa posibilidad…
Percibió una intensa luz dorada
y envolvente. Con decidida voluntad se dirigió hacia ella…pero, antes, debía
soltar la rabia amarga que atrapaba su alma.
Mª Antonia
Fernández
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