pueblo serrano donde trabajé muchos años. Todos fallecidos hace tiempo y me reciben con miradas de alegría y cariño. Mi abuela me conduce hacia un maestro ascendido, su nombre en la Tierra fue Pedro de la Serna y él me regala una piedra blanca que lleva inscrita una estrella dorada de ocho puntas y me dice que me la coloque en la frente cuando me sienta perdida o desorientada. A continuación, me hacen sumergirme en una pila de agua enorme y puedo contemplar una pared blanca en el descenso y vuelvo a contemplar esa pared blanca en el ascenso. En ese momento, me llamó Ana y me sentí contrariada, pues estaba muy a gusto en ese lugar y con aquellos seres. Lo que a mí me había parecido un instante, fueron 45 minutos por el reloj. Me costó activar el cuerpo, me sentía muy relajada y serena y un tanto confusa por la experiencia vivida. Poco después, fui recuperando la normalidad y, en mi corazón, sé que no fue ni un sueño, en ningún momento me dormí, ni producto de mi imaginación, sino que, realmente, fue una grata visita a otra dimensión y estoy muy agradecida por ella.
sábado, 19 de febrero de 2011
VISITA A OTRA DIMENSIÓN: CUENTO
Mi amiga Ana me pidió que me tumbase en una camilla. Ella hizo un curso de sanación reconectiva e iba a aplicármela. Me explicó que esa técnica nos reconecta con la plenitud del Universo y, a la vez, con la plenitud del Ser que somos.
En estado de relajación y meditación, tuve la experiencia de un viaje mental y me sentí trasladada a un prado cubierto de flores.
Bailaba y danzaba entre ellas, el sol brillaba en un cielo azul y me sentía feliz…cuando, de repente, presiento la amenaza de un peligro y veo aparecer por las colinas que bordeaban el valle a unos caballos con unos jinetes que se perfilaban como sombras oscuras. En ese momento se hace presente mi abuela materna y me tiende su mano. Me dirijo a ella y se materializa una puerta en medio del prado. Ella la abre y, tras la puerta, un túnel azul que nos absorbe y siento vértigos.
Al final del túnel, un lugar idílico, naturaleza en estado puro y armonía en el ambiente. Me reencuentro con mis otros abuelos, con mis tíos y con un amigo de un...
pueblo serrano donde trabajé muchos años. Todos fallecidos hace tiempo y me reciben con miradas de alegría y cariño. Mi abuela me conduce hacia un maestro ascendido, su nombre en la Tierra fue Pedro de la Serna y él me regala una piedra blanca que lleva inscrita una estrella dorada de ocho puntas y me dice que me la coloque en la frente cuando me sienta perdida o desorientada. A continuación, me hacen sumergirme en una pila de agua enorme y puedo contemplar una pared blanca en el descenso y vuelvo a contemplar esa pared blanca en el ascenso. En ese momento, me llamó Ana y me sentí contrariada, pues estaba muy a gusto en ese lugar y con aquellos seres. Lo que a mí me había parecido un instante, fueron 45 minutos por el reloj. Me costó activar el cuerpo, me sentía muy relajada y serena y un tanto confusa por la experiencia vivida. Poco después, fui recuperando la normalidad y, en mi corazón, sé que no fue ni un sueño, en ningún momento me dormí, ni producto de mi imaginación, sino que, realmente, fue una grata visita a otra dimensión y estoy muy agradecida por ella.
pueblo serrano donde trabajé muchos años. Todos fallecidos hace tiempo y me reciben con miradas de alegría y cariño. Mi abuela me conduce hacia un maestro ascendido, su nombre en la Tierra fue Pedro de la Serna y él me regala una piedra blanca que lleva inscrita una estrella dorada de ocho puntas y me dice que me la coloque en la frente cuando me sienta perdida o desorientada. A continuación, me hacen sumergirme en una pila de agua enorme y puedo contemplar una pared blanca en el descenso y vuelvo a contemplar esa pared blanca en el ascenso. En ese momento, me llamó Ana y me sentí contrariada, pues estaba muy a gusto en ese lugar y con aquellos seres. Lo que a mí me había parecido un instante, fueron 45 minutos por el reloj. Me costó activar el cuerpo, me sentía muy relajada y serena y un tanto confusa por la experiencia vivida. Poco después, fui recuperando la normalidad y, en mi corazón, sé que no fue ni un sueño, en ningún momento me dormí, ni producto de mi imaginación, sino que, realmente, fue una grata visita a otra dimensión y estoy muy agradecida por ella.
Mª Antonia Fernández
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