Alvian había nacido en una aldea al sur de Argentina. Desde muy pequeño ayudaba a su padre a llevar el ganado a los pastos verdes de las montañas. No recuerda cuándo aprendió a montar a caballo. Era como si hubiese nacido sabiendo ya.
Cada mañana salía al amanecer con su caballo y recorría el desfiladero que conducía a las montañas. Allí, al pie de ellas, se encontraban los mejores prados para el rebaño de su padre.
Mientras fue pequeño, su padre hacía la travesía con él y pasaban el día juntos hasta que regresaban a la aldea al atardecer. Pero, ahora,ya es un muchacho y su padre está mayor y cansado.
Alvian se comunica con todos los seres vivos, especialmente con su caballo, sin necesidad de palabras. Cuando va montado sobre él, joven y animal, forman un todo y se adelanta el uno a los deseos del otro y viceversa, antes de ser formulados. Siente su latido, su respiración, su ritmo, su energía vital,...Puede recorrer el mundo con su caballo sin necesitar nada más. Disfruta de todo lo natural, se funde con la tierra, con los árboles, las rocas, el cielo, el sol, el agua de los torrentes,...El tiempo pasa fugaz, el día transcurre sin darse cuenta, tan absorto como está en esas percepciones y sensaciones que lo llenan profundamente.
Un día, cuando atravesaba un estrecho paso rocoso en dirección a las montañas sintió esa voz. Fue como un sutil susurro, como el viento silbando entre los árboles y prestó atención. Esa voz le llamaba hacia una oquedad en la roca más arriba del paso. Enfiló una ladera que serpenteaba entre lavandas y jaras hasta llegar a una cueva semicubierta de vegetación. Se bajó del caballo y se asomó con cautela.
Dentro veía brillar una luz tenue. Llevado por la curiosidad y la extraña sensación de tranquilidad, Alvian apartó las ramas que cubrían la entrada y penetró en la cueva.
Al fondo pudo distinguir, claramente, un anciano vestido de blanco que estaba sentado, con la piernas cruzadas, en el aire, levitaba envuelto en un resplandor luminoso. Con voz profunda se dirigió a él para decirle que era su maestro interior y que su manera de vivir y percibir la vida y todo lo natural se debía a su conexión con él. Le dijo que el ser humano está en un momento muy importante y decisivo para su evolución y que, a través de su nivel de conciencia, se extendería ese despertar a todas las personas de su entorno y, luego, a otras hasta que se extendiera a toda la humanidad como el efecto dominó.
Alvian experimentó una cálida certeza y comprendió. Una especie de brisa ligera recorrió todo su cuerpo, sintió una emoción intensa que envolvía su ser y lo transportaba, sintió que todos sus canales se abrían y su conciencia se expandía...
...entonces, oyó el débil mugido de un ternero atrapado entre zarzas y abrió los ojos. Se incorporó y fue al rescate del animal, pero, en lo más profundo de su corazón reconoció el conocimiento que se le había mostrado y supo de dónde venía y a dónde iba.
por Mª Antonia Fernández
He olvidado el día q leí este blog por vez primera,porque nervioso y ocupado en recopilar informaciones q ayuden a interpretar mi visión del mundo dejé esta página en suspenso en la memoria de mi portatil,hasta que nuevamente ayer,necesité buscar de nuevo apoyo textual sobre mis mas profundas convicciones y descubrimientos.He ido siguiendo algun hilo d los q señalais y es posible q siga alguno mas hoy mismo.Gracias.muchas gracias!!Salut
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