domingo, 9 de mayo de 2010
LA MATERNIDAD DE ALEJANDRA: CUENTO
La maternidad de Alejandra
Alejandra pasea por la playa. Es un día de primavera, sereno, luminoso y la brisa del mar le acaricia los cabellos. Escucha el sonido de las olas golpeando las rocas de la orilla; las letanías y lamentos de las gaviotas; el silbido del viento; el sonido ahogado y lastimero de los barcos entrando al puerto…
A pesar de sentirse acogida por ese hermoso ecosistema marino, se siente triste, un poco melancólica.
Tan solo hace unas semanas que perdió su última esperanza.
Desde que se casaron, Alejandra sueña con la maternidad. Ha intentado engendrar en tantas ocasiones…y justo el día de su aniversario, recibió la maravillosa noticia de que estaba embarazada. No cabía en sí de gozo. Le parecía imposible que ese milagro se materializara en ella.
Fueron meses de ilusiones y hermosos proyectos de futuro, hasta que una noche, un dolor agudo en el bajo vientre desencadenó todas las alarmas.
Al salir del hospital, sentía como si la hubiesen vaciado por dentro, como si sus ganas de vivir se hubiesen ido con aquel indefenso feto extraído de sus entrañas.
Siente palpitar la vida a su alrededor y trata de recuperar las ganas de vivir la suya…
Una caracola semienterrada en la arena, emite un destello dorado de sol. Alejandra se aproxima a tomarla, pero…no es una caracola. Es una especie de tetraedro de color nácar. Se sienta para observar la pieza y, al acariciar su textura, una imagen holográfica se proyecta en el azul del cielo y Alejandra entra como en una especie de trance profundo.
Se siente transportada a un lugar desconocido donde un ser luminoso le da la bienvenida y le indica que está en el espacio reservado a los niños y niñas que no llegaron a nacer por una u otra circunstancia. Allí reciben todo el amor que no llegaron a recibir y esperan a ser requeridos por unos padres que deseen serlo y puedan proporcionarles las experiencias de crecimiento y vida que ellos necesitan. Es una especie de limbo donde permanecen en stand by hasta que encuentran lo que precisan para seguir evolucionando. Son seres energéticos que no han tenido la oportunidad de encarnar y tienen que canalizar esa energía.
Alejandra manifiesta su deseo de acoger a uno de ellos, de realizar su instinto de maternidad, de transmitir la vida...
Y el ser luminoso le comunica que va a recibir a un niño muy especial, un niño como muchos de los que están naciendo ahora, que lleva el mensaje de la expansión de la conciencia, que llegan a la Tierra para cambiar el sistema y para sembrar las semillas de la nueva humanidad, más espiritual y evolucionada, pero le advierte que no es nada fácil ser padre de un niño de esta naturaleza. Son niños inquietos, inconformistas, con una vida interior mucho más profunda que la de sus adultos, con unos razonamientos para los que no se tienen respuestas racionales, niños que no se adaptan a la sociedad porque vienen a cambiarla, niños con vivencias y experiencias fuera de lo común, que son capaces de ver más allá de lo visible y de sentir más allá de lo que se puede percibir por los sentidos físicos, niños que dejan huella donde quiera que van y van abriendo caminos inexplorados, todavía…
Alejandra da su consentimiento. Se siente preparada y dispuesta para esa misión. Ella nunca ha sido una niña tradicional y ha sentido, muchas veces, la incomprensión del mundo que la rodea y ha buscado respuesta a las grandes preguntas de la existencia
“¿de dónde vengo? ¿A qué ha venido aquí? ¿A dónde voy?”
Y, como si fuese bendecida por una llama azul violeta que la envuelve en una cálida luz, es devuelta a su espacio-tiempo y tiene la incuestionable certeza de que va a engendrar una nueva criatura en su vientre y, esta vez, ningún obstáculo se va a interponer en su trayectoria.
Por Mª Antonia Fernández
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