domingo, 6 de noviembre de 2011
LA PRISIÓN MENTAL
Cada mañana le despertaba el piar alegre y
confiado de un gorrión que se posaba en la ventana. Sólo alcanzaba a ver sus
patitas y sus resueltos saltitos entre los barrotes.
Desde su posición, en aquel habitáculo
pequeño, cuadriculado y frío, no podía ver cómo desplegaba sus alas y se
lanzaba al viento elevándose sobre la llanura. Quería imaginárselo, visualizar
el sol del amanecer, los árboles del horizonte, el cielo, las nubes… pero,
cuanto lo intentaba, un golpe seco como de un mazo cerraba sus ojos y le
impedía ver.
Ya había perdido el ojo derecho y la visión
del ojo izquierdo peligraba ante la aparición de un glaucoma.
Su manera pragmática y lógica de entender
la vida le cerraba las puertas. Cada vez se adentraba más y más en su prisión
mental.
Desde fuera, habían tratado de ayudarle en
multitud de ocasiones, pero era en vano. Echaba un cerrojo mayor a cada intento
y se aseguraba de entrenar al mejor de los carceleros: él mismo.
Pero, de un tiempo a esta parte, la visita
de ese gorrión le ponía obstáculos a su auto sabotaje. Cuando alzaba el vuelo,
un trozo de su alma traspasaba los...
barrotes y dejaba entreabierta la ventana…o
la puerta, igual da. La luz del entendimiento se colaba y despertaba otra
visión más allá de los sentidos físicos.
Comenzó a ver la figura de un niño de unos
siete u ocho años que lo miraba fijamente desde cualquier punto de su casa. El
mismo rostro, con los ojos chispeantes y la sonrisa en los labios. Le veía
saltar, correr, jugar…entraba sin pedir permiso. Sintió miedo. Trató de
aislarse. Intentó refugiarse en la atalaya de su mente racional tratando de dar
una explicación a esas apariciones. Pero fue inútil. Su corazón gritaba lo que
su razón se negaba a admitir. Se estaba quedando ciego mientras, paradójicamente,
se activaba una visión metafísica. Y seguía negando la evidencia.
Una mañana, agotado ya de tanto
padecimiento, sen entregó, se rindió y cedió…la perta de su mente se abrió y
una corriente de aire nuevo inundó toda la estancia. Ese niño, que había estado
viendo como una sombra, se configuró nítidamente ante él envuelto en un halo de
luz y le dijo:
- Soy la proyección de tu ser
interno. He pujado por derribar el muro que levantaste entre tus dos
hemisferios cerebrales. He venido a abrir las puertas de tu prisión, a
liberarte del carcelero que creaste con tu ego, a liberar a tu intuición
retenida y, con ella, a toda la humanidad que ha estado sometida al sufrimiento
durante millones de años. Es hora de regresar al estado de gracia y liberarse
de la tiranía de la mente. Es hora de recuperar la conciencia del Ser. Y dicho
esto desapareció.
Un tupido velo cayó de sus ojos y un
intenso aroma de azahar inundó la habitación, al tiempo que la luz despejaba
sus tinieblas. Y pudo ver el vuelo del gorrión de la ventana y sus alas
batiendo al viento para perderse en un radiante azul para ganar su libertad.
Mª Antonia Fdez. Noviembre 2011
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