lunes, 4 de julio de 2011
EL CAMBIO DE CAROLINA: CUENTO
La enfermedad y la muerte de su hermano, el haber sido testigo de su deterioro físico y anímico y haberle dicho adiós en una edad tan temprana, afectó profundamente a Carolina.
Ser espectadora del dolor de su madre, la soledad de su cuñada y la orfandad de su sobrino en silencio, manteniendo, exteriormente, esa imagen de fortaleza, de entereza sin soporte interior, sin la adecuada conexión con la fuente de Vida y con las pobres herramientas que da el mundo para afrontar la muerte, debilitaron su sistema inmunológico y dieron una cuchillada cruel a su organismo.
Al año y medio de la despedida no asumida de su hermano, le detectaron un tumor maligno en una de sus mamas.
Ahora analizaba su vida con carácter retrospectivo: siempre se había evadido de una existencia más profunda con una actividad frenética tanto laboral como de entrega en su tiempo libre a los demás. Ahora comprendía que había acallado continua y constantemente los gritos de auxilio de su propio ser interno.
Tuvo que pasar por la intervención quirúrgica que arrancara su mal. Pero, ahora comprendía, como si el conocimiento fuese uno de los ramos de flores con que le obsequiaron durante su estancia en el hospital, que el origen de su mal no estaba en su seno; ésa era una de las manifestaciones, no la causa.
Entendió que interiormente se rebelaba contra una vida que no le satisfacía, que era como una traición a sí misma, pues no se sentía realizada. También supo que estaba a tiempo de cambiar esa realidad, de ser fiel a su naturaleza y de luchar por la vida que anhelaba, sin compromisos ni ataduras estériles.
Entonces descubrió esa chispa de ilusión y de esperanza y decidió dejarlo todo para encontrarse a sí misma y seguir su propio camino.
Percibió que, todavía, tenía una oportunidad. Lejos de considerar todo lo que estaba viviendo como una tragedia, reconoció en todo ello una magnífica ocasión de crecimiento, de reorientación, de regeneración interna. Y, misteriosamente, fueron retornando la alegría, la salud, las ganas de vivir y pudo dejar atrás la enfermedad y descubrir la belleza en todo acontecimiento, independientemente de las apariencias que lo envolvieran.
Y, como una flor que abre sus pétalos a la primavera inundando de color y aroma su entorno, Carolina fue despertando su capacidad intuitiva y tomó conciencia de otra realidad que había permanecido oculta. Pudo percibir que todo es energía que se transforma y pudo sentir que su hermano no había muerto, que permanecía en su corazón y que podía conectar con él en otra dimensión no física. Y la vida de Carolina cambió hacia la armonía y el equilibrio y encontró el camino que, sin saberlo, tanto tiempo había estado buscando.
Mª Antonia Fernández
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