domingo, 5 de junio de 2011
EL ANGEL: CUENTO
Llevaba varios días teniendo el mismo sueño, las mismas imágenes, el mismo mensaje. Un ser alado, luminoso, de vestiduras refulgentes y bello rostro irrumpía en mitad de la noche. Como pedestal, un majestuoso árbol de frondosas ramas que se proyectaban hacia el cielo. Ella en una mullida alfombra verde a la que había accedido por un canal de luz, como un río serpenteante inmaterial e ingrávido. Una cascada final la purificaba y liberaba de la densidad de la materia para depositarla ante aquel árbol sagrado donde le aguardaba el ángel. El mensaje que le hacía llegar, de una musicalidad mágica, la despertaba de su sueño con la insistente sensación, vívida y clara, de que no era un simple sueño y no sólo para ella. Pero no atinaba a ponerle palabras. No recordaba su contenido. Algún resorte de su mente se negaba a filtrar esa información y un sentimiento de impotencia la embargaba.
Aquel fin de semana, decidió pasarlo en la tranquila casita del bosque que le dejó su abuela. El estrés del trabajo y los continuos ruidos y ajetreos de la ciudad le estaban afectando demasiado. En aquel refugio siempre encontraba la ansiada paz y el equilibrio perdido.
Sacó del coche su pequeño equipaje y sus escasos víveres. Últimamente, cada vez, necesitaba menos físicamente, pero sentía verdadero apetito espiritual.
Esa noche, después de contemplar el impresionante espectáculo de una bóveda salpicada de estrellas y aspirar por sus cinco sentidos el benéfico placer del silencio, se retiró a descansar. Todavía no había conciliado el sueño, cuando percibió un intenso resplandor que inundaba el pequeño salón y se introducía por la puerta entreabierta del dormitorio. El registro activado en su memoria la llenó de un sentimiento familiar. No había lugar para el miedo. Se incorporó y abrió la puerta como se abría la cascada en su recurrente sueño.
Allí estaba. Su portentosa figura de luz, sus alas poderosas, su rostro amoroso y el reiterado mensaje:
“Diles que no teman a la muerte. La muerte no es el final. Es sólo un paso. Multitudes descarnarán en tiempos cercanos. Grandes cosas os serán reveladas todavía, pero, por ahora, no estáis capacitados para comprenderlas”.
Y dicho eso desapareció.
Una descarga eléctrica recorrió su columna vertebral desde la base hasta la coronilla y una explosión de energía se proyecto al aire como un volcán en erupción.
Quedó serena, sola, rodeada de la oscuridad de la noche…pero con el más potente faro de luz encendido en su interior.
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